EDUCADORA SOCIAL EN 2050
Las huellas más importantes no siempre se ven, pero se sienten…
¡Bienvenidos a una nueva reflexión!
En la semana de hoy vamos a descubrir como seria la vida de una educadora social en 2050 y cuales serian sus funciones como profesional, para ello me he ayudado de Chat GPT para realizar un buen relato con su imagen incluida. Espero que os guste:
Las sombras digitales
El holograma titiló frente a mis ojos mientras revisaba la lista de asistentes. Veinte adolescentes, todos con gafas de realidad aumentada integradas, programadas para recibir las pautas del día. A veces me pregunto si todavía nos ven a nosotros, los educadores sociales, como figuras reales o solo como parte del paisaje virtual en el que viven.
Trabajo en el Centro de Rehabilitación Digital de Barcelona, un espacio que en los últimos años se ha vuelto crucial para los jóvenes que han desarrollado una dependencia extrema de las realidades simuladas. Es el año 2050 y la tecnología ha alcanzado su punto máximo de inmersión: experiencias sensoriales completas, amigos que solo existen en la red, identidades modificadas con un solo pensamiento. Pero en algún punto, algunos dejaron de saber quiénes eran fuera de esos mundos.
Mi labor es reintroducirlos en la realidad. Hoy, por ejemplo, nos dirigimos a los jardines verticales de la ciudad. Hace décadas, Barcelona se transformó en un bosque urbano para combatir el cambio climático, y es uno de los pocos lugares donde aún se puede oler la tierra húmeda después de la lluvia.
—Bienvenidos a la actividad de hoy —digo, activando mi interfaz holográfica—. Vamos a trabajar con nuestras manos. Sin guantes hápticos, sin asistentes virtuales. Solo piel y tierra.
Los chicos parpadean, incómodos. Algunos intentan activar comandos de voz para proyectar una interfaz de escape. Pero en este espacio, las reglas son claras: no hay red, solo conexión entre nosotros.
Al principio, sus movimientos son torpes. Sus dedos acostumbrados a las pantallas táctiles no saben cómo agarrar la pequeña planta que deben trasplantar. Pero luego ocurre algo. Una de las chicas, Nora, se detiene y toca las hojas con una expresión de asombro.
—Es… suave. —dice en voz baja.
Y ahí está. Un pequeño destello de lo que estamos buscando: que recuerden lo que es existir fuera del mundo digital.
Al final del día, cuando las gafas de realidad aumentada vuelven a encenderse y los mensajes inundan sus mentes otra vez, sé que muchos olvidarán esta sensación. Pero si logro que al menos uno de ellos recuerde el roce de las hojas o el aroma del suelo, habré hecho mi trabajo.
Soy educadora social en 2050. Y en un mundo hiperconectado, mi misión es recordarles que siguen siendo humanos.
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